Sortilegio de espumas era tu cuerpo,
la noche iluminaba mis acacias
y mi mente sembraba sus delicias,
en la brisa milenaria de tus besos.
Nos bebimos los deseos lentamente,
descubriendo el sabor que se esfumaba,
sedativo para el alma apasionada,
nos amamos como llama que aguardaba.
Y seguimos los pasos de las ansias,
los gemidos volaban sin horarios
y cocimos con el fuego las caricias
con el coro celestial de mil canarios.
Serafín de las noches de venturas;
deslizamos por el alma manantiales
y sellamos con el vicio y con premuras
los ardides eternos sin señales.
© AriaDna»