….en mi piel chupando mi sal, bebiendo mi caliente humedad, mis muslos se abren para ti en un arrebato de deseo insaciable que me llena de ti, tu lengua en mis labios lamiendo mi deseo estremece mis gemidos que se asfixian por salir del fondo de mi garganta en un acto reflejo de placer, siento, gimo y deseo tu piel...tu calor y tu olor de hombre en mi esencia de mujer...necesito tu pasión desbordante cuando me amas enardecido por el éxtasis al oírme gemir mi orgasmo mientras tu lengua saborea la flor de mi deseo…

11.8.12

La anécdota de un encuentro


Querida Dama, debes reconocer conmigo

que lo sucedido en uno de los primeros

encuentros que tuvimos

al principio de conocernos es algo

que resultó decepcionante

por no esperarlo.

Y que así mismo digo que cuantas veces hemos recordado

juntos esa anécdota nos hemos reído a mandíbula batiente,

como igualmente agradezco y me relamo

al venirme a la mente la forma tan sensual con que

me recompensaste el disgusto.

El caso es que habíamos quedado para pasar juntos

un largo puente festivo en la ciudad donde resides,

ya que deseabas que la conociera por entero.

Por mi parte había reservado una habitación doble

en un hotel situado en las inmediaciones

de unas de las playas más alejadas del casco urbano

y me las prometía muy feliz en tu compañía,

porque llevábamos una larga temporada sin vernos.

Tuve suerte con el vuelo que tomé en Madrid

pues llegó puntual al aeropuerto donde deberías

haber estado esperando para recogerme en tu vehículo,

y dado lo avanzando de la tarde,

tenía intención de habernos ido a cenar

directamente tras saludarnos.

Sin embargo no apareciste en el aeropuerto y

como supondrás me preocupé mucho.

Al llamarte con el móvil te noté muy apurada,

y a duras penas te disculpaste diciendo que a última hora

había surgido un tremendo problema en el trabajo

y que aún estabas en el despacho,

desconociendo en ese momento la hora

en que terminarías por resolverlo,

aunque quizás fuera de madrugada,

por lo que sería mejor vernos a la mañana siguiente.

Así que resignado me dirigí al hotel en un taxi.

En la cafetería tomé un sándwich vegetal

y me dispuse subir a mi habitación.

Como estaba algo cansando tanto del viaje como

del ajetreo de todo el día en Madrid,

me metí en el jacuzzi un buen rato y luego una ducha tibia

y me preparé para dormir,

esperando la mañana para el deseado encuentro contigo.






© AriaDna»