
¿Te diste cuenta, cielo? ¿La notaste?... Sabemos desde hace tiempo que nuestras almas se fundieron en una sola. Seguro que ambos soñamos, calladamente, que nuestros cuerpos se fundieran. Pero, quizá, nunca pensamos ni imaginamos que fuera posible el que tu alma atrapara mi cuerpo, el que mi alma acariciara el tuyo.
Tu alma en mi cuerpo... Yo he sentido en mis labios el calor de los tuyos pero también los besos de tu alma. Y recuerdo como mi alma bajaba por tu espalda desnuda... ¿La notaste, cielo? ¿A que con eso no contábamos? Tu alma enredada en mi pecho... La mía serpenteando en tus piernas...
Alma con alma, cuerpo con cuerpo, cuerpo con alma...
Yo sé que ahora la distancia nos pesa. Miro mis manos, cielo mío, y veo en ellas todas las caricias que no he podido darte. Recuerda que eran infinitas... No ha habido tiempo para caricias infinitas pero sí para sentimientos eternos.
Por eso, niña mía, no te importe llorar...
Haz una cosa, haz lo mismo que yo estoy haciendo ahora: dejar que las lágrimas bajen hasta los labios. Tómalas, saboréalas... Son lágrimas calientes, ¿verdad? Las lágrimas calientes nunca son malas, preciosa. Las calientes vienen del alma... Arráncate una lágrima con el dedo y llévatela hasta la boca. Son lágrimas de amor, cielo mío... Deja que caigan, desde el paraíso de tus ojos hasta tus labios. Y no olvides que tus lágrimas son mías y las mías, tuyas... Tan tuyas, que sé que ésta que ahora tengo temblando en la comisura de mis labios ha brotado directamente de tu alma porque sabe a ti, princesa, sabe a ti, sabe a ti, niña mía... Esa que ahora mismo tienes a la altura de tu mejilla, esa es mía, nacida de los ojos de mi alma, ese alma que se ha quedado contigo para siempre, amor, para siempre...
Y créeme, cielo mío, yo sé que hay un dios que nos tiene guardada una eternidad de caricias infinitas...

_,»*¯*«♥ © AriaDna»*¯*«,_))
Tu alma en mi cuerpo... Yo he sentido en mis labios el calor de los tuyos pero también los besos de tu alma. Y recuerdo como mi alma bajaba por tu espalda desnuda... ¿La notaste, cielo? ¿A que con eso no contábamos? Tu alma enredada en mi pecho... La mía serpenteando en tus piernas...
Alma con alma, cuerpo con cuerpo, cuerpo con alma...
Yo sé que ahora la distancia nos pesa. Miro mis manos, cielo mío, y veo en ellas todas las caricias que no he podido darte. Recuerda que eran infinitas... No ha habido tiempo para caricias infinitas pero sí para sentimientos eternos.
Por eso, niña mía, no te importe llorar...
Haz una cosa, haz lo mismo que yo estoy haciendo ahora: dejar que las lágrimas bajen hasta los labios. Tómalas, saboréalas... Son lágrimas calientes, ¿verdad? Las lágrimas calientes nunca son malas, preciosa. Las calientes vienen del alma... Arráncate una lágrima con el dedo y llévatela hasta la boca. Son lágrimas de amor, cielo mío... Deja que caigan, desde el paraíso de tus ojos hasta tus labios. Y no olvides que tus lágrimas son mías y las mías, tuyas... Tan tuyas, que sé que ésta que ahora tengo temblando en la comisura de mis labios ha brotado directamente de tu alma porque sabe a ti, princesa, sabe a ti, sabe a ti, niña mía... Esa que ahora mismo tienes a la altura de tu mejilla, esa es mía, nacida de los ojos de mi alma, ese alma que se ha quedado contigo para siempre, amor, para siempre...
Y créeme, cielo mío, yo sé que hay un dios que nos tiene guardada una eternidad de caricias infinitas...





