
Quiero que me sostengas en este día, cercano a ti siento las emociones de los viajes y recorrer cada ciudad me trae el pensamiento de tu cuerpo, la sensación última de que tu piel se junta con la mía y rehace las noches que tuvimos, las horas pérdidas entre las sábanas, los besos calidos, el jugar de los dedos, el anuncio y su fuego de pasión donde de nuevo recomienza en nuestro deseo el sabernos el uno del otro.
Atenas puede ser en marzo un pequeño señuelo de calles sinuosas, de pequeñas iglesias ortodoxas, de hombres y mujeres que saben mirar lejos y dentro, con su poso de tiempo y su alegría de ser mediterráneos. Así, subimos a la Acrópolis lentamente rodeando un sendero de viejos pinos y nos dejamos en el sol de la primavera junto a las piedras milenarias un poco de nosotros, un poco del silencio intimo, mientras andamos por las viejas losas que pisó Pericles, Aristóteles o Platón y en el Partenón admiramos la belleza de las Cariátides. Y lo hacemos sin mirar el reloj, sin tiempo, oteando en el horizonte el mar azul desde donde se ve El Pireo, manso y tranquilo con sus grandes barcos y sus marineros, agotándonos de ser turistas entre risas, fotos y algún refresco. Después volvemos al hotel y nos aseamos el uno al otro en esas bañeras donde perdernos juntos, cuerpo a cuerpo en las caricias, antes de que la noche nos lleve al barrio de la Plaka y sin más, seamos de nuevo anónimos turistas en un velador al aire libre, y con unas velas de colores como testigos, nos volvamos a desear y con el poder de nuestras palabras y miradas alimentemos este amor sin límites…
Mil sinfonías llenan nuestros oídos mientras la tenue luz de las velas hace un universo de color a nuestro alrededor. Tus dedos, calidos por el fuego que emana de tu interior, juegan con los míos con la sutileza eterna que te da el contacto de mi piel, entrelazando así nuestras manos. Tu mirada, brillo intenso donde apagar mi sed, se funde en mis ojos intentando penetrar aún más en mí.
Rodeas con tu brazo mi cintura en un vano intento de deshacer nuestros cuerpos, mientras, mi cara descansa en tu pecho arrebujada y perdida en ti, no queriendo despertar de este intenso letargo que me da sentirme acariciada por los latidos de tu corazón. Descanso en ti y sueño que siempre estarás.
Sábanas de seda azul, se pierden entre los cuerpos húmedos por el deseo inquieto que nos da la emoción de sabernos juntos, tu boca se funde en mi pecho, mi piel descansa en tus brazos, nuestro deseo se derrite en una melodía de gemidos que nos llevan una y otra vez, a sentir y sentir…tú en mi, yo perdida en ti.
Como siempre, Fernando, un placer y un besazo grande

© AriaDna
Atenas puede ser en marzo un pequeño señuelo de calles sinuosas, de pequeñas iglesias ortodoxas, de hombres y mujeres que saben mirar lejos y dentro, con su poso de tiempo y su alegría de ser mediterráneos. Así, subimos a la Acrópolis lentamente rodeando un sendero de viejos pinos y nos dejamos en el sol de la primavera junto a las piedras milenarias un poco de nosotros, un poco del silencio intimo, mientras andamos por las viejas losas que pisó Pericles, Aristóteles o Platón y en el Partenón admiramos la belleza de las Cariátides. Y lo hacemos sin mirar el reloj, sin tiempo, oteando en el horizonte el mar azul desde donde se ve El Pireo, manso y tranquilo con sus grandes barcos y sus marineros, agotándonos de ser turistas entre risas, fotos y algún refresco. Después volvemos al hotel y nos aseamos el uno al otro en esas bañeras donde perdernos juntos, cuerpo a cuerpo en las caricias, antes de que la noche nos lleve al barrio de la Plaka y sin más, seamos de nuevo anónimos turistas en un velador al aire libre, y con unas velas de colores como testigos, nos volvamos a desear y con el poder de nuestras palabras y miradas alimentemos este amor sin límites…
Mil sinfonías llenan nuestros oídos mientras la tenue luz de las velas hace un universo de color a nuestro alrededor. Tus dedos, calidos por el fuego que emana de tu interior, juegan con los míos con la sutileza eterna que te da el contacto de mi piel, entrelazando así nuestras manos. Tu mirada, brillo intenso donde apagar mi sed, se funde en mis ojos intentando penetrar aún más en mí.
Rodeas con tu brazo mi cintura en un vano intento de deshacer nuestros cuerpos, mientras, mi cara descansa en tu pecho arrebujada y perdida en ti, no queriendo despertar de este intenso letargo que me da sentirme acariciada por los latidos de tu corazón. Descanso en ti y sueño que siempre estarás.
Sábanas de seda azul, se pierden entre los cuerpos húmedos por el deseo inquieto que nos da la emoción de sabernos juntos, tu boca se funde en mi pecho, mi piel descansa en tus brazos, nuestro deseo se derrite en una melodía de gemidos que nos llevan una y otra vez, a sentir y sentir…tú en mi, yo perdida en ti.
Como siempre, Fernando, un placer y un besazo grande

© AriaDna